Artículos de Arte
Faber est suae quisque fortunae
El Gesto en el Arte (II)
Como continuación al artículo anterior sobre el Gesto y debido a su éxito, vamos a desgranar uno de los gestos que provienen del Medievo más difundidos en el Arte, el de sumisión o humildad, del hombre hacia Dios o del súbdito hacia el señor, ante el hecho de colocar las manos juntas, una sobre otra o enlazadas, sobre el vientre del personaje, siendo una de las primeras representaciones de este gesto la que se da en El Descendimiento de Benedetto de Antelami, en la Catedral de Parma.
Benedetto de Antelami - El Descendimiento, hacia 1178, Catedral de Parma
Giotto - Lamentación sobre el cuerpo de Cristo, 1304-06, Capilla Scrovegni, Padua
En el ejemplo del mes pasado, veíamos en La Lamentación sobre el cuerpo de Cristo de Giotto, como uno de los dos personajes a la derecha de la escena se lleva las dos manos recogidas sobre el vientre, y decíamos que era expresión de humildad e impotencia ante el suceso que veían, pero también de sumisión hacia la divinidad.
La fórmula de las "manos atadas" causó un profundo impacto en la imaginación política y religiosa medieval; a veces se reproducía en ceremonias cortesanas y litúrgicas. Los gestos específicos que expresan el tímido respeto ante el poder o la divinidad varían bastante, pero la postura general del cuerpo en el hecho de quedarse voluntariamente inmóvil, deja al sujeto indefenso y por tanto a merced de la alta instancia a la que se somete.
Esta actitud que nos ocupa no es extraña al arte clásico, tenemos la estatua helenística de Demóstenes, obra que gozó de una gran popularidad en el mundo antiguo, pero la postura de éste no fue concebida como un estado de ánimo y carece de una firme e inequívoca connotación emocional. La postura en general transmite la impresión de que el orador está reuniendo fuerzas para el discurso que va a dar a continuación, en la concentración que se le observa.
Estatua de Demóstenes, siglo III a.C., Ny Carlsberg Museum, Copenhague
Sarcófago de Junius Bassus, mediados del siglo IV (Periodo Paleocristiano), Museos Vaticanos
Esta postura también se da en el arte paleocristiano, aunque, al igual que en el arte clásico, resulta poco usual. En el Sarcófago de Junius Bassus es San Pedro quien adopta esta postura durante su interrogatorio y por tanto cabría suponer que transmite al observador la impresión de cómo el apóstol se somete a su destino y sacrifica sus principios.
En las artes visuales de la Alta Edad Media, la postura de inmovilidad, en particular con las manos caídas o agarradas entre ellas, no estuvo muy difundida. Sin embargo, a partir del siglo XII, y quizás incluso algo antes, el motivo de las manos "atadas" llegó a hacerse muy popular en la iconografía occidental y asumió el significado que se le da en la obra de Giotto, artista que incluye esta postura en varias de sus obras.
Una de las representaciones más difundidas y célebres la constituye la iconografía funeraria que surgió en aquel tiempo. Los gisants tienen las manos en diversas posturas bien definidas, entre las que destacan las de "manos atadas", que hoy modernamente podemos asociar como un gesto de oración. En cualquier caso, una de las actitudes que se dan en ellos consiste en que las manos aparecen, bien cruzadas sobre el pecho, bien sujetas sobre el estómago. Esta última alcanzó una gran popularidad en Italia.
Sachsenspiegel - Códice Palatino Germánico 164, 1180-1233, Universidad de Heidelberg
Bibliografía
Moshe Barasch, Giotto y el lenguaje del gesto, Ed. Akal, Madrid, 1999
Artículo publicado en Julio de 2015 en la Revista Digital "Qué Aprendemos Hoy".
© Ramón Muñoz López