Artículos de Arte

Faber est suae quisque fortunae

Los avatāres de Viṣṇu (I)

En el anterior artículo hablamos de Viṣṇu y enumeramos sus diferentes avatāres o venidas al mundo de los humanos para ayudarles, encarnándose en diversos seres. Ahora en estos dos artículos vamos a desarrollar las leyendas de esos diez avatāres principales.

1 - Matsyāvatāra, el pez Matsya

Es un relato que tiene una estrecha relación con el Diluvio Universal de los cristianos, aunque mucho más antiguo, es de época védica. Se cuenta que un gran pez avisó del diluvio a un humano llamado Manu, y le rogó que construyera una barca para reunir en ella una pareja de cada uno de los seres vivos y las semillas de todas las plantas, con el fin de hacer perdurar la vida. Manu reconoció a Viṣṇu y se puso manos a ello.

En una ocasión que se bañaba en el mar, le habló un minúsculo pez y le rogó que salvara su vida de los peces grandes y voraces, sacándolo del mar. Manu siguió el deseo del pez, le puso por nombre Matsya y lo colocó en una pecera que tuvo que ir cambiando de continuo por una mayor ya que el pez crecía muy rápido. Cuando finalmente el pez hubo crecido hasta convertirse en un pez gigante, Manu lo echó de nuevo al océano.

Poco tiempo después, grandes cantidades de agua empezaron a inundar el mundo y Manu llevó su barca sobre el mar sin rumbo. Entonces, el pez, Matsya, apareció y Manu lo ató a la proa como un animal de tiro, y éste lo llevó hasta una montaña que sobresalía por encima del mar. Allí la vida se pudo desarrollar de nuevo y comenzar una nueva era.

El pez Matsya arrastra la barca de Manu para ponerla a salvo del Diluvio

La tortuga Kūrma, afianza la montaña Mandara para que el batido del mar de leche se lleve a buen término. Los dioses tiran de un lado de la serpiente del mundo y los asuras (demonios) del otro.

2 - Kūrmāvatāra, la tortuga Kūrma

Los demonios se encontraban en perpetua controversia con los dioses, y se hicieron tan fuertes o más que ellos, y amenazaban con arrebatar para sí el poder de los tres mundos. Según la fantasía mítica, el mundo se asemeja a una mantequera llena de leche en cuyo centro está el Monte Meru, y el mar de leche debe ser batido en torno a él utilizando como pala de batir, la montaña Mandara y como cuerda de batir, enlazada alrededor de la montaña, la serpiente del mundo, o sea, el rey de las serpientes Vāsuki; así de un lado tiran los dioses, y del otro sus enemigos los asuras, de forma que moverán la montaña en círculo hasta que la leche de la vida sea "hecha mantequilla" y así segregar una bebida de la inmortalidad, el Amŗta.

Este equilibrio se había perdido porque la montaña Mandara se había hundido en la profundidad del mar, debido a las malas artes de los asuras (demonios), y habría desaparecido si Viṣṇu no hubiese tomado la apariencia de una tortuga, Kurma, sumergida bajo la montaña y la hubiese afianzado sobre su caparazón, derrotando de esta forma a los asuras.

El jabalí Varāha salvando a Pŗthivī, la diosa de la Tierra. A la izquierda: en una imagen de la Cueva de Udaygiri nª 5, siglo V, India.  A la derecha: en una imagen del Templo Jagadambi, hacia el año 1000, en Khajuraho, India.

3 - Varāhāvatāra, el jabalí Varāha

En este mito, la tierra fue completamente inundada por el gran diluvio y un demonio llamado Hiraņyākşa retuvo como prisionera a Pŗthivī, la diosa de la Tierra. Entonces, Viṣṇu tomó forma de un jabalí gigante, se sumergió en las profundidades, mató al demonio y levantó la tierra por encima de las inundaciones y, con ello, a la diosa, sin la cual no habría habido vida.

Viṣṇu como Nārasiṃha.  A la Izquierda: en una imagen del Museo Nacional de Arte en Bhaktapur, Nepal.  A la derecha: en una imagen en el Museo de la Cultura en Patan, Nepal. 

4 - Nārasiṃhāvatāra, la transformación en mitad hombre y mitad león, Nārasiṃha

Uno de los guardianes de la puerta de Viṣṇu, Jaya, provocó un día la ira del dios, y por ello fue condenado a pasar su vida futura como un demonio (asura), bajo el nombre de Hiraņyākşaśipu. Pasado el tiempo y gracias a una vida de ascesis obtuvo el favor de Brahmā dotándole del atributo de la invulnerabilidad.

Según el Bhāgavat-purana, el demonio le pidió a Brahmā, "si usted amablemente me da la bendición que yo deseo, por favor no permita que yo sea matado por ninguna de las criaturas creadas por usted. Permita que yo no muera dentro ni fuera de una residencia, de día o de noche, en el piso, en el agua o en el aire, por un arma, un ser humano o un animal, por nada que esté vivo o muerto, por un devá o demonio o gran serpiente del infierno. Como nadie puede vencerle a usted en una batalla, usted no tiene ningún competidor. Por eso deme la bendición de que yo tampoco tenga rivales. Deme el señorío sobre todas las criaturas y sus deidades, y deme toda la gloria que se obtiene por esa posición. Además deme todos los poderes místicos que se obtienen por largas austeridades y la práctica de yoga, porque esos no pueden perderse en ningún momento" y el dios se lo concedió.

Con suma petulancia, el demonio comenzó a importunar y socavar el poder de los dioses, solo Viṣṇu pudo contrarrestar esta actividad demoniaca presentándose ante Hiraņyākşaśipu como león-hombre, Nārasiṃha, es decir, ni como ser humano ni como animal; en el momento del crepúsculo, es decir, ni de día ni de noche; justo cuando el demonio quería abandonar su casa, sobre el umbral de la puerta, es decir, ni dentro ni fuera, y así Nārasiṃha despedazó al demonio con sus garras, es decir, no lo mató con arma alguna, cumpliendo de esta manera la bendición de Brahmā.

Imagen de Viṣṇu  como Vāmana, siglo X, The Walters Art Museum, Baltimore, EE.UU.

5 - Vāmanāvatāra, el enano Vāmana

Bali, el rey asura (de los demonios), se había vuelto tan poderoso tras una larga y dura ascesis, que se había hecho con el poder sobre los tres mundos y había expulsado a los dioses del paraíso. Por ello se le rogó a Viṣṇu que socorriera a los dioses y les ayudara a recuperar su poder y grandeza originales.

Viṣṇu como un pequeño jovenzuelo, se dirigió a donde estaba el rey Bali y le rogó si él podría concederle un lugar que tuviera de perímetro tres de sus pasos, para así poder meditar en paz. Bali le concedió al joven el deseo y, de repente, éste se transformó de un "enano" en un gigante llamado Trivikrama. Con tres pasos gigantes que, según la creencia védica, ya debía haber dado antes, recorrió los tres mundos.

Con su primer paso abarcó la tierra entera; el segundo, el cielo, y cuando quería dar el tercero, Bali le rogó a Trivikrama que pusiera su pie sobre su cabeza. Éste correspondió a su deseo y lo empujó hacia abajo, al submundo del que asumió el dominio de ahí en adelante.

El próximo mes comentaré los otros cinco avatāres que faltan.

Bibliografía

Schleberger, E., Los Dioses de la India, Abada Ed., Madrid 2004

Publicado en Junio 2022  © Ramón Muñoz López