Artículos de Arte

Faber est suae quisque fortunae

La representación antropomórfica de la figura de Buda

Decíamos en el anterior artículo sobre la aparición del primer arte budista en India que la figura antropomórfica de Buda no se introduce hasta el siglo II d.C., ya que hasta entonces (en los cinco siglos precedentes) se le había representado mediante un trono vacío, las huellas de sus pies o la stūpa, pues aquél que había llegado a la iluminación y se había convertido en el vacío no podía ser representado.

Con la caída del Imperio Maurya, que expandió el budismo por todo su territorio (que incluía parte de Afganistán, Pakistán y gran parte de India), y la llegada de la Dinastía Kusāna para sucederles, se producen tres factores determinantes para llegar a la representación antropomórfica de la figura de Buda.

Representación del No Buda mediante las huellas de sus pies

El primer factor es un cambio ideológico en la doctrina budista, que se da en el tercer Concilio Budista celebrado en Pataliputra (siglo II a.C.) bajo los auspicios del emperador Ashoka, de la Dinastía Maurya, en el que el budismo se escinde en dos escuelas: Sthaviravada (secta de los ancianos, ortodoxa) y Mahāsamghira (secta de la gran vía). En el cuarto Concilio Budista, para unos el celebrado en Anuradhapura (Ceilán) (siglo I d.C.), se escinde la ortodoxia budista en 18 escuelas, siendo una de ellas la Theravāda, y más tarde a mediados del siglo II d.C., se celebra para otros, el cuarto Concilio Budista en Jalandapura (Punjab), bajo el patrocinio de Kaniska (monarca Kusāna) que da lugar a la compilación del Abhidharma Sarvastivadin, que es el origen de la escuela Mahāyāna o del "Gran Vehículo", separada de las otras por su apertura a los fieles y por la cual cualquiera puede llegar a la iluminación con sus actos a través de las distintas vidas que llega tener en este mundo. Esta concepción del budismo tiene una gran fuerza y expansión en el pueblo, pues cualquiera puede llegar con ella a la iluminación

También, bajo el reinado de Kaniska (h. 127-163 d.C.), se produce la codificación de la imagen de Buda, muy conveniente para el poder de la monarquía, ya que se introduce a la par la figura del Bodhisattva (aquél que llegando a la iluminación renuncia a la misma para ayudar a los hombres para llegar a ella) y estos monarcas Kusāna van a representarse como Bodhisattavas ante el pueblo.

Izq.: Cabeza de Buda, Escuela de Gandhara, Periodo Kusāna, sigos III-IV, Pakistán, The Metropolitan Museum of Art, New York

Drcha.: Cabeza de Buda, Escuela de Gandhara, Periodo Gupta, siglos IV-V, Afghanistán, Victoria and Albert Museum, Londres

El segundo factor es la configuración de un vehículo efectivo para la transmisión de la expansión del budismo que es la Ruta de Seda. A través de la cual los monjes se introducen hacia China por el norte, diseminando la doctrina por todo el Asia Central, hasta llegar a Corea y de aquí a Japón.

El tercer factor es el reinado de la Dinastía Kusāna (siglos I-III d.C.), durante el cual se produce un periodo de paz bastante grande que es aprovechado por el nuevo poder para el comercio a gran escala y ahondar en la unificación del territorio a través de la religión (el budismo) y una lengua unificadora (el sánscrito), que diera homogeneidad a un territorio tan extenso como el que ostentaba, muy parecido al de la dinastía Maurya.

Para la verdadera representación de Buda, se codifican las laksanas (características), que son 114 (32 principales y 82 opcionales). Entre ellas están:

  • Sus perfectas proporciones
  • El nimbo o aureola de santidad en torno a la cabeza (más tarde desaparece)
  • El moño o uşņīśa, que evoca el ascetismo de los renunciantes indios
  • La ūrņā, una marca en el entrecejo, que también recibe el nombre de tercer ojo y que hace referencia a su capacidad de visión trascendental
  • Los lóbulos de las orejas alargados, recuerdo de la gran cantidad de joyas que de ellos colgaban en su vida como príncipe y a las que renunció para dedicarse a la vida ascética. Simbolizan la riqueza espiritual
  • Los ojos entornados
  • Una suave sonrisa en sus labios
  • El cuello lleno de pliegues, que simbolizan la serenidad y la paz interior
  • La piel dorada, símbolo de bondad y sabiduría
  • Largos dedos de los pies y las manos
  • Los dedos de sus pies y manos unidos por membranas
  • Marcas de ruedas en la palmas de su manos y pies
  • Largos brazos que le llegan hasta las rodillas
  • Los órganos genitales cubiertos por una tela
  • Los gestos de sus manos, llamados mudrās, que permiten expresar a través de ellos toda una serie de mensajes

Izq.: Cabeza de Buda, Escuela de Mathura, Periodo Kusāna, siglo III, India, Museo de Mathura.

Drcha.: Cabeza de Buda de Sarnath, Escuela de Mathura, Periodo Gupta, siglo V, India, Museo de Sarnath. 

En las cabezas de Buda de la Escuela de Gandhara, vemos una gran influencia griega debido a la conquista de Alejandro Magno de esa región en el siglo IV a.C., y sus posteriores influencias estilísticas, incluso hay historiadores que ven una cierta relación del dios Apolo en algunas de ellas. Mientras que en las cabezas de Buda de la Escuela de Mathura o de Sarnath, al ser totalmente de influencia estilística india se aprecia un mayor volumen y serenidad en la expresión. Quedando finalmente la imagen del Buda de Sarnath, como canon de perfección de la figura de Buda que ha llegado hasta nuestros días.

Bibliografía

Fernández del Campo, Eva, El arte de India, Ed. Akal, Madrid, 2013.

Albanese, Marilia, India Antigua, Ed. Folio, Barcelona, 2001.

Artículo publicado en Mayo de 2016 en la Revista Digital "Qué Aprendemos Hoy".

© Ramón Muñoz López